viernes, 20 de diciembre de 2013

Conozca Ud. la Historia del Ejército del Perú

LA HISTORIA DEL EJÉRCITO

Los orígenes del Ejército en el mundo andino

Durante mucho tiempo se pensó que la vida urbana y la civilización aparecieron en el mundo andino hacia los 1500 años a.C., sin embargo, hoy la investigación arqueológica ubica este origen entre los 3500 y 2500 años. El reciente descubrimiento, en el complejo arqueológico Sechín Bajo, de una plaza circular, hundida unos dos metros bajo el nivel del suelo, construida con piedras y adobes rectangulares y con una antigüedad de 3500 años a. C., al igual que la Ciudad Sagrada de Caral, que tiene una antigüedad entre 2,627 y 2,100 años a. C. confirmarían este hecho y las convertiría en los centros urbanos más antiguos de América.
 
Ciudad Sagrada de Caral
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Caral, cuyos estudios arqueológicos se iniciaron en 1996, habría sido construida por una sociedad con una organización política muy cercana al Estado y que edificó asentamientos urbanos a lo largo del valle de Supe. Según los estudiosos las estructuras arquitectónicas fueron erigidas siguiendo un ordenamiento espacial, en torno a grandes plazas o a espacios abiertos. En el centro de uno de éstos se yergue un gran bloque de piedra parada o «huanca», de 2.15 m. de alto por 80 cm. de ancho, antecedente del emblemático Lanzón de Chavín de Huantar. Sin embargo, no encontramos aún en estas sociedades vestigios arqueológicos de la existencia de una fuerza especializada para la guerra, ni de armas fabricadas con ese fin.

Las primeras evidencias de la existencia de guerra datan de 1000 a 1200 años a C., con la aparición de del siglo V a. C. siendo la fortificación de Puerto Morín, Chavín de Huántar (departamento de Ancash), mil quinientos años antes de Cristo, cuando apareció el primer Estado teocrático, con divinidades y un ejército como expresión de su poder. Pero conforme evoluciona la sociedad, aparecen las fortalezas tipo “castillos”. Un ejemplo de ello lo constituye el complejo arqueológico de Sechín, donde encontramos piedras labradas con escenas de guerreros triunfantes ofrendando la victoria a sus dioses. Esto evidencia que la guerra tenía un profundo sentido religioso.
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En estas piedras ha quedado grabado para la posteridad la imagen de lo que bien podemos llamar el testimonio militar más antiguo. Se trata de un soldado empuñando mazas y porras de piedra, armas contundentes y características de la guerra andina. Los guerreros de aquella época llevaban cascos cónicos con adornos y haces de pelo y protegían sus vientres con placas de metal de las que colgaba un hacha ceremonial.

Paracas y Nazca, dos tradiciones milenarias, continuaron en nuestra costa sur con la tarea civilizadora de los Chavín. Los primeros, célebres por sus trepanaciones craneanas, bien pueden ser considerados como el más remoto antecedente de la medicina militar, pues estas operaciones las realizaban para reparar las fracturas y hemorragias que se producían en los enfrentamientos bélicos. Los segundos utilizaron armas arrojadizas de un acabado superior, dardos con puntas de obsidiana que se impulsaban con una estólica, arma que revolucionó la guerra por su precisión en los combates a distancia.

Hacia el siglo III a. C. el reino Moche asentó su dominio en la costa norte (valles de La Libertad y Lambayeque). Los moches continuaron con el carácter teocrático - militar de sus antecesores. Sin embargo, organizaron un ejército profesional dedicado exclusivamente a la guerra y a la expansión, con jerarquías y grados militares. Combinaron el combate cuerpo a cuerpo con el combate a distancia, es decir, las armas contundentes con las arrojadizas. Utilizaron estólicas y tumis; no obstante su arma favorita fue la porra. Se protegían con escudos, cascos y orejeras de metal.

Asimismo, fueron los moche los primeros en utilizar la guerra sicológica. Pintaban sus rostros con fiereza, usaban los sonidos aterradores de gritos guerreros, de pututos o caracoles marinos y de sonajas a las que llamaban chalchalchas. Así, pudieron prolongar su dominio por novecientos años. El Señor de Sipán constituye una magnifica manifestación de este poderío.
Más de mil años de historia y civilizaciones como Chavín y Moche, dieron paso a distintos Estados.
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Los viejos valles andinos y costeños cobijaron a nuevos pobladores y fueron mudos testigos de otros tiempos. En este transcurrir surgió el imperio Wari (Ayacucho), que organizó un estado en función de su ejército y construyó almacenes para acumular alimentos, armas y vestidos. Con ciudades construidas como fortalezas, caminos para que sus ejércitos marcharan con rapidez, durante las campañas, y unidades de combatientes con armas especializadas y de transporte con fines logísticos, los wari pronto alcanzaron plena hegemonía en los Andes centrales. Por el norte sometieron al reino Moche y llegaron hasta Cajamarca y Huamachuco. Posteriormente conquistaron los valles ancashinos y llegaron hasta Lima.
Estas civilizaciones prepararon el camino de llegada a los Incas, quienes surgen en el escenario histórico del Perú en el siglo XIII. Sus leyendas y cantares épicos los presentan como un pueblo civilizador e integrador, y a su ejército, como el principio de su poder y uno de los principales protagonistas de su apasionante historia. Pero lo cierto es que estos testimonios históricos nos demuestran que tuvieron una genial concepción geopolítica enmarcada dentro de un objetivo estratégico: organizar con las etnias del mundo andino un estado poderoso.
Las fuentes históricas nos indican que Manco Cápac y sus hermanos salieron del mítico Pacaretampu en busca de tierras fértiles donde establecerse, de tal modo que una vez que llegados al valle de Cusco y luego de probar su fecundidad, lo ocuparon con el apoyo de su fuerza militar y formaron un nuevo Estado regional que rápidamente extendió sus dominios. Estas mismas fuentes también nos indican que el ejército inca no sólo contribuyó a asegurar el destino histórico del Estado, sino que, a la vez, fue el principal gestor de su ideología política, económica y social.
 
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Siglo XIV - Pachacuti Inca Yupanqui
A mediados el siglo XIV, los incas se habían afianzado en la región del Cusco con habilidad y sagacidad política y lograron consolidarse militarmente en otras comarcas. Pero fue el noveno inca, al que la historia conoce como Pachacuti Inca Yupanqui, quien, luego de vencer a los Chancas, inició una rápida expansión y creó el Tahuantinsuyo. Comprendió este genial estratega que debía consolidar su dominio en dos ámbitos el económico y el militar. Para ello, dispuso el aumento de la producción agrícola. Mandó construir andenes con las mejoras tierras, así como canales de regadío; incrementó las cosechas y ordenó almacenar los excedentes para las épocas de sequía o desastre y para alimentar al ejército.
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Fue así como transformó provincias estériles en valles productivos. Igualmente, con la finalidad de dar una unidad religiosa y cultural al imperio impuso el culto al dios Inti. Además dictó medidas administrativas, como convertir el runa simi en la lengua oficial y realizar censos continuos de sus dominios, donde la autoridad del inca estaba representada por los tocricos, a quienes más tarde se agregarían los michic, precursores incaicos del arma de inteligencia. Al mismo tiempo, los incas, durante el gobierno de Pacacuti Inca Yupanqui, revolucionaron la tecnología bélica con el empleo de armas más efectivas. Transformaron la lanza en una especie de alabarda europea, con un hacha filosa en su extremo; aumentaron el tamaño de la porra y le añadieron estrellas de cobre, e introdujeron el uso de piedras incendiarias.

Establecieron una artillería de honderos y corpulentas unidades de choque armadas con porras, lanzas y espadas de chonta; además de músicos con pincullos, antaras, pututos y otros instrumentos que contribuían a exaltar a los combatientes; e introdujeron los auquénidos como medio de transporte de los abastecimientos y perfeccionaron una vasta red de caminos y tambos o almacenes. Otra medida revolucionaria fue el empleo de alimentos deshidratados para aligerar la carga de los soldados en campaña y para aprovisionarlos por varios días. Asimismo, el Inca organizó a los chasquis de guerra para las rápidas comunicaciones y oficializó la participación de las mujeres en la guerra.
Para la formación de la élite militar, Pachacuti Inca Yupanqui fundó en el Cusco, en el barrio de Collcampata, un plantel militar. Allí eran admitidos los jóvenes de la nobleza, luego de pasar la prueba del “huarachicu”. Pero no sólo eran elegidos por su fortaleza y valor, sino también por su astucia e inteligencia. En los ayllus, los jóvenes, diariamente realizaban ejercicios de combate y adiestramiento en el uso de armas. Recibían esta instrucción para estar aptos cuando les tocara cumplir con la mita militar.
Con estos recursos, Pachacuti organizó un poderoso ejército y emprendió la formación de un estado multinacional, estado que sus sucesores extendieron por el norte hasta el río Ancasmayo, en Colombia; por el sur hasta el río Maule, en Chile; por el sudeste incorporaron la región del altiplano boliviano y el norte argentino; y por el este hasta la región amazónica.
 
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La invasión española
Así, los incas afianzaron su presencia a lo largo y ancho de los Andes y por primera vez dieron una unidad política y cultural a la región, guiados por una estrategia de unificación y prosperidad. Cuando trabajaban en este arduo proceso de integración de los pueblos andinos, Francisco Pizarro planeaba la invasión española al Tahuantinsuyo. En 1529 se firmó la Capitulación de Toledo, que lo nombraba Gobernador y Adelantado Mayor de la Nueva Castilla, nombre castizo que dieron los españoles a nuestras tierras.

Por esos avatares que tiene la historia, ese mismo año Atahualpa se alzó contra la autoridad de Huáscar Inca. Esta división del Ejército fue funesta para el Tahuantinsuyo, pues afectó nuestro destino histórico. La crisis, que debió quedar superada con el triunfo de algunos de los dos bandos, se agudizó con la presencia de la hueste española, que tenía una tecnología militar muy superior a la incaica. Aquellos conocían el hierro y la pólvora; los nuestros el cobre y la piedra. Sin embargo, la conquista del Imperio Incaico no fue una empresa fácil para los hispanos.
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El Tahuantinsuyo no acabó con la captura de Atahualpa, ni con su muerte, ni con la toma del Cusco. Superado el primer impacto, los incas organizaron en Vilcabamba una resistencia que se prolongó por cuarenta años. El líder de esta lucha fue Manco Inca, quien, el 6 de mayo de 1536, puso cerco a la ciudad del Cusco. De esta manera se dio inicio a nuestro proceso de independencia, proceso tricentenario que finalizó recién en la Pampas de la Quinua, el 9 de diciembre de 1824.
Los Ejércitos contra la dominación española
Si bien la resistencia de Vilcabamba fue derrotada en 1572 con el prendimiento y ejecución de Thupa Amaro Inca, la lucha continuó y desde entonces se convirtió en permanente. En los trescientos años que duró el virreinato, los peruanos manifestamos de diversas formas nuestro descontento. La historia registra cerca de doscientas sublevaciones y la organización de varios ejércitos para oponernos a la dominación española.

Entre 1742 y 1756, Juan Santos Atahualpa organizó en las montañas de Tarma y Jauja un ejército que llegó a tener un cuerpo permanente de 500 hombres, una fuerza auxiliar de miles de combatientes y una unidad de combate con mujeres campesinas. Todos luchaban por instaurar nuevamente un Estado Inca. Este movimiento, además, contó con la adhesión de casi todas las naciones y etnias de la selva central, y se mantuvo victorioso hasta 1756. Ante la imposibilidad de derrotarlo, los virreinales ordenaron la construcción de los fuertes de Chanchamayo y Oxapampa. El movimiento se disolvió luego de la misteriosa muerte de su líder.
En 1780, José Gabriel condorcanqui, conocido como Thupac Amaru II, organiza un verdadero ejército para continuar con nuestro proceso de independencia. Esta rebelión alcanzó una proyección continental y marcó el inicio del fin de la presencia española en Sudamérica.
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Por esta razón, Thupac Amaru II es considerado el primer precursor de la independencia americana. Logró reunir un ejército de más de siete mil hombres armados de hondas, piedras y galgas, además de algunos cañones, mosquetones y carabinas. Sus unidades estaban disciplinadas y con jerarquía militar. Esos soldados continuaron con la legendaria tradición de valor de los peruanos y escribieron en la historia de la independencia americana soberbias páginas de heroísmo.
La derrota del movimiento thupamarista no impidió la continuidad de la lucha libertaria. En 1805, José Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde intentan realizar un alzamiento en el Cusco, organizan fuerzas militares, pero son descubiertos, apresados y ejecutados. En 1809, Mateo Silva y otros patriotas intentan deponer al virrey Fernando de Abascal. En 1810, Ramón Anchoris y Guillermo del Río son apresados por organizar un movimiento subversivo. En 1811, bajo la dirección de Francisco Antonio de Zela, estalla en Tacna la primera rebelión que proclama la independencia del Perú. En 1812 se sublevó en Huánuco Juan José Crespo y Castillo.
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En 1814, los hermanos Angulo y el brigadier Mateo Pumacahua retomaron las banderas de la libertad y en el Cusco organizaron un ejército de 1,500 hombres entre criollos, mestizos e indígenas, con efectivos disciplinados, armados con fusiles y algunas piezas de artillería. Este ejército estuvo formalmente establecido, poseía bandera y símbolos patrios para diferenciarse del ejército español, y dio a su movimiento un carácter netamente nacionalista. Se escogió a la Virgen de las Mercedes como patrona, y los colores de su hábito, blanco y celeste, dieron vida a su flamante bandera. La mascapaicha incaica fue adoptada como símbolo patrio. Este movimiento fue vencido en Umachiri el 12 de marzo de 1815.
Pero la guerra por nuestra independencia continuó. La muerte de nuestros precursores no fue en vano y su sacrificio acrecentó las ansias de libertad. Numerosos peruanos mantenían una nutrida correspondencia con el general José de San Martín y la decisión de nuestros patriotas animó al general argentino a preparar una Expedición Libertadora el Perú, similar a la que había organizado para independizar Chile. Esta expedición desembarcó en Paracas, el 8 de septiembre de 1820. En ella llegaron, además de argentinos y chilenos, muchos peruanos entre los que destacaron Toribio de Luzuriaga, quien fue el primer peruano en alcanzar el grado de mariscal y Francisco Vidal, el “primer soldado del Perú”, entre otros.
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CREACIÓN DEL EJÉRCITO DEL PERÚ REPUBLICANO
Luego del desembarco se presentaron al campamento patriota numerosos voluntarios pidiendo su alta en el Ejército Libertador, y varios pueblos, al calor de la libertad, proclamaron su adhesión a la causa de la independencia. Así lo hizo Ica el 21 de octubre de 1820; a comienzos noviembre, Huamanga; el 29 de ese mes, Tarma; el 25 de diciembre, Huanuco; Lambayeque, el 28 del mismo mes; al día siguiente Trujillo; Piura, el 4 de enero de 1821; el 7, Tumbes; y el 8, Cajamarca.

Este entusiasmo animó al general San Martín a organizar las primeras unidades peruanas. Como primera medida decretó, el 21 de octubre de 1820, la creación de la bandera del Perú, a fin de que las fuerzas peruanas tuvieran una bandera bajo la cual combatir. Y de inmediato formó el Escuadrón Auxiliares de Ica, en noviembre el batallón de Cazadores del Ejército, y en enero de 1821 el batallón Leales del Perú y el Escuadrón Húsares de la Escolta.

Luego de la proclamación de la Independencia del Perú, el 28 de julio de 1821, se creó la Legión Peruana de la Guardia (18 de agosto) y se oficializó la creación del Ejército del Perú. Después se organizaron otras unidades como los batallones Trujillo Nº 2, Piura Nº 4 y el escuadrón de Cazadores del Perú, los cuales tuvieron una destacada participación en las batallas de Riobamba y Pichincha con las que se selló la independencia de la Gran Colombia y del territorio que en 1830, dio origen a la República de Ecuador. El 25 de agosto de 1823, durante la Segunda Expedición a Puertos Intermedios, nuestro Ejército alcanzará en Zepita otra gloriosa victoria.
 
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Luego, el General Simón Bolívar decidió organizar el Ejército Unido Libertador, para emprender la campaña final de la independencia americana, nuestro Ejército fue protagonista principal. El 6 de agosto de 1824, la histórica participación de los Húsares del Perú, al mando del coronel Isidoro Suárez, y la audaz decisión de sargento mayor Andrés Rázuri, decidieron el triunfo patriota en las pampas de Junín. Desde entonces nuestra unidad tomó el nombre de Húsares de Junín.
 
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En Ayacucho, como en Junín, la actuación de las fuerzas peruanas, ese 9 de diciembre, fue decisiva. La carga del general Córdova, que consumó el desastre del virrey La Serna, no hubiese sido posible si el Ejército del Perú no hubiera resistido el empuje del general Valdez. Como consecuencia de esta victoria, los españoles firmaron la capitulación de Ayacucho, que puso fin a tres siglos de lucha contra la dominación colonial y se consolidó la independencia americana.
Con Ayacucho nace la nación peruana. Emerge una patria nueva. Se consolida el Perú como República. Y corresponde a nuestro Ejército haber dado esta gloria al Perú. La trascendencia de este acontecimiento ha llevado a declarar el 9 de diciembre como Día del Ejército.
 
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EL EJÉRCITO DEL PERÚ REPUBLICANO 1825 - 1896
El Ejército del Perú fue a lo largo el siglo XIX protagonista principal del acontecer nacional, y su historia se funde con la historia patria. Entre 1825 y 1841, el Ejército afianza su organización, aprueba sus primeros reglamentos orgánicos (1825 y 1827), de uniformes (1830), y de contabilidad (1839) y crea su primera Escuela Militar en 1830, la misma que funcionó en la calle de los “Estudios”, en un local del convento de San Pedro. Su primer director fue el general Emilio Cortéz. Se formaba oficiales para las armas de infantería y caballería. Los estudios duraban dos años y se complementaban en las unidades, cuando el cadete se graduaba de subteniente o alférez.

Igualmente dio vida a la primeras regiones militares: la Primera en el centro, entre Jauja y Ayacucho; la Segunda en el sur, comprendía los departamentos de Arequipa, Cusco y Puno; la tercera con sede en Lima; y la Cuarta en el norte abarcaba Trujillo y Piura.
 
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De 1842 a 1866, el Ejército se consolida y se convierte en uno de los principales ejércitos del continente. En este periodo emerge la figura del Mariscal Ramón Castilla, cuya labor en favor de la Defensa Nacional lo proyecta como uno de los mejores estadistas de nuestra historia. Esta consolidación permite enfrentar con éxito el último intento colonialista español. El Dos de Mayo de 1866, el Perú y sus aliados: Chile, Ecuador y Bolivia, aunaron su espíritu americanista y sellaron para siempre la independencia de Sudamérica.
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Se inició, también la exploración de la región selvática, se edificó el fuerte de San Ramón, se abrió caminos y se levantaron itinerarios para un mejor conocimiento de nuestra geografía, la cual está íntimamente ligada a la vida del Ejército. Se enviaron unidades militares a todos los departamentos para garantizar la presencia del Estado. Se inauguró el Hospital Militar de San Bartolomé, se incentivó la compra de armamento moderno y se dio un gran impulso a la Factoría Militar de Bellavista y a la Fábrica de Pólvora. Se llegó a construir en país obuses de gran alcance.

En los años siguientes, de 1867 a 1878, nuestros gobiernos descuidan la Defensa Nacional. La tecnología militar alcanza, por ese entonces, notables avances, que llevan a replantear la doctrina de guerra vigente en el mundo occidental. Mientras tanto, en el Perú, nuestro Ejército atraviesa por una postergación, como consecuencia de una grave crisis política y económica. Sin embargo, en 1873 se crea la Escuela de Clases del Ejército, llamada también de “Los Cabitos”, que funcionó en un local anexo al cuartel de Chorrillos. En ella se formaban cabos y sargentos, en las funciones de cada arma. La instrucción en la infantería y caballería duraba dos años y en la Artillería, tres.
En 1879, de pronto, nos encontramos en una guerra y frente a un adversario que se había preparado para ella con anticipación. Desde comienzos de la década de 1870, Chile demostró que se estaba preparando para una guerra. Adquirió moderno armamento, fusiles Comblain para su infantería y cañones Krupp para su artillería. Aún así, Perú no hizo lo correcto para disuadir a su potencial rival y descuidó su Defensa Nacional.
Nuestro pueblo supo responder a las exigencias del momento y, unido a su Ejército, demostró con creces, que frente a la superioridad logística, el valor y el patriotismo de los hombres mantiene inalterable la voluntad de lucha. Como olvidar Tarapacá, Marcavalle, Pucará y Concepción, donde oficiales y soldados combatieron con honor. Pero frente a la derrota, esta guerra, también, nos dejó grandes ejemplos. Allí está la figura inmortal del Coronel Francisco Bolognesi, de Andrés Avelino Cáceres y de Leoncio Prado, quienes simbolizan el cumplimiento del deber en grado excelso.

Fue Francisco Bolognesi un hombre erguido y altivo frente al enemigo y con una plena convicción del sentido del honor. Dejó para la posteridad aquella frase inmortal “tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el ultimo cartucho”. En ella encontramos el principio de lo que debe ser la misión fundamental del soldado, el cumplimiento del deber. Y, hasta hoy esa frase permanece viva y flamea como una bandera victoriosa en el viento de la historia y en el corazón de todos los peruanos.
En la gesta heroica de la Breña, nuestro Ejército, bajo la conducción del general Cáceres se convirtió en el símbolo de la dignidad nacional y dio muestras de cómo un soldado nunca se amilana ante el enemigo, ni ante la derrota, ni ante la desunión. Cuando todo parecía perdido, Cáceres reinició una nueva lucha. Impulsado por una indómita voluntad de no rendirse, hizo trepidar las breñas andinas cubriéndolas de luz y de pisadas triunfadoras. Así, el honor del país quedó salvado.
Finalizada la guerra, se inicia un proceso de reconstrucción nacional. El gobierno del General Andrés Avelino Cáceres restauró la unidad nacional y planteó como problema prioritario la Defensa Nacional y la reintegración al suelo patrio de nuestras provincias cautivas. Ello implicaba la reorganización y equipamiento del Ejército. Dispuso la compra de armamento moderno. En 1886, reabrió el Colegio Militar, en el antiguo cuartel de Guadalupe y la Escuela de los “Cabitos”, en su local de Chorrillos. Envió comisiones de estudio a Europa y Estados Unidos e inició los trámites para contratar una misión militar.
Estas gestiones se concretizaron en 1896, durante el gobierno de Nicolás de Piérola, con la llegada de la Primera Misión Militar Francesa. Se inició, así, una etapa de profundas transformaciones en el Ejército, acordes con los retos que el nuevo siglo planteaba.
EL EJÉRCITO DEL SIGLO XX
El Ejército inicia el siglo XX, con renovados u optimistas bríos. Se realiza entonces un proceso de regionalización militar, acorde con las necesidades integrales del país, dándose una renovación doctrinaría y académica en los centros de instrucción militar. Esta positiva acción de la misión Militar francesa, a la que se suma aportes de Alemania e Italia, así como el aporte de oficiales peruanos que habían estudiado en el extranjero, trajo como consecuencia las victorias militares obtenidas contra Colombia (1911 y 1932) y Ecuador (1941).
Más tarde, las dos guerras mundiales trajeron un rápido desarrollo de la doctrina y tecnología militar. El país vencedor y por lo tanto hegemónico, los Estados Unidos de Norteamérica lideró la defensa continental. Esto involucró la creación de la Junta Interamericana de Defensa y la firma del Tratado Interamericano de Asistencia reciproca (TIAR) en septiembre 1947. La Misión Militar Norteamericana inició sus funciones en 1944. Cumplió un papel muy importante en el campo organizativo, doctrinario y logístico. Desde 1948, el Ejército interviene en actividades de apoyo al desarrollo nacional. A partir de 1950, en el orden académico comenzó a funcionar el Centro de Instrucción Militar del Perú y en Centro de Altos Estudios Militares (hoy CAEN).
En 1968, las circunstancias obligan a un retiro paulatino de la ayuda norteamericana y coyunturalmente, se dio la oportunidad de adquirir armamento de procedencia soviética. En la década del 70 dentro de la reforma emprendida se crea en 1973 la Escuela Superior Técnica, (hoy Instituto Científico Tecnológico ) y la Escuela Técnica del Ejército (1974). Resulta un hecho singular en este periodo (1993), la incorporación a las filas del Servicio Militar a la mujer, luego su asimilación e ingreso del primer contingente de damas como cadetes a la Escuela Militar de Chorrillos en 1997.
Evidenciando el alto grado de profesionalismo alcanzado, entre 1973 y 1975, fuerzas militares peruanas fueron enviadas al Medio Oriente. En efecto, el Batallón “Perú” formó parte de las fuerzas de emergencia de las Naciones Unidas. En el frente externo, respectivamente en 1981 y en 1995, se tuvo que repeler la infiltración ecuatoriana hacia territorios comprobadamente peruanos en la frontera N y NO, exitosamente. A partir de 1982, las Fuerzas Armadas asumen la conducción militar de la lucha contra la subversión. En esta lucha tenaz se inmolaron oficiales, suboficiales y soldados de nuestro Ejército, los cuales son denominados “Héroes de la Paz”.

3 comentarios:

  1. Esto ha sido tomado textualmente de la Comisión Permanente de Historia del Ejército y sus publicaciones y exposiciones y no se cita a para nada. Eso se llama plagio

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  2. Esto ha sido tomado textualmente de la Comisión Permanente de Historia del Ejército y sus publicaciones y exposiciones y no se cita a para nada. Eso se llama plagio

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  3. Buena redacción, Ecuador nunca pudo doblegar al Perú en la guerra de 1858, 1941,conflicto del falso paquisha 1981 y el cenepa 1995.
    En el acta de Brasilia de 1998 Ecuador olvida para siempre la anexión de tumbes, Jaén y Maynas a su territorio. Asimismo deja su ambición de tener una salida directa al río amazonas, se le otorga al Ecuador un km2 bajo soberanía peruana todo aquel que nazca en tu tiwinzaa se le considerará peruano. El Ecuador no pudo el olor subjetivo político militar de llegar al Amazonas y se firma el tradicional en 1998. Viva el PERÚ victorioso

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