Los deudos del capitán Suárez Pichilingue, líder de una de las patrullas emboscadas, recuerdan al hombre que se jugó la vida por el Perú
Emboscada en el VRAE: "Mi hermano puso el pecho por el país"
Los deudos del capitán Suárez Pichilingue, líder de una de las patrullas emboscadas, recuerdan al hombre que se jugó la vida por el Perú
Por: Alberto Villar
Es incapaz de esconder el dolor grabado en sus profundas ojeras, en sus pupilas dilatadas por las noches en vela y en esa cabellera que se desordena con el viento bajo el inclemente sol del domingo. Gisela, sin embargo, no duda en recordar a su hermano, el capitán de Infantería EP Fernando Suárez Pichilingue, uno de los 13 militares caídos en Sanabamba, Ayacucho, y quien lideró la patrulla abatida por los terroristas de Sendero Luminoso la tarde del pasado jueves.
Recuerda, por ejemplo, al hombre bondadoso, al patriota apasionado y al correcto militar que “trataba a sus soldados como a hijos”. “Mi hermano puso el pecho por el Perú —dice—. Fue una de las personas que más admiré y admiraré”.
El 4 de marzo ambos hablaron por última vez. En su mirada, no obstante, hay una especie de desazón: sabe que haber estado más de dos años en una zona tan peligrosa fue letal para su hermano, ahora héroe. Él se lo hizo saber en una carta: allí le confesó escuetamente que Sanabamba era un lugar que jamás había imaginado.
Aunque tal vez quien más cerca esté de esta historia de pérdidas irreparables sea el mayor EP (r) Antonio Pichilingue, tío de Fernando, quien llegó a Huanta un día después del atentado para indagar sobre su sobrino.
El militar no puede evitar que su voz se entrecorte. “Su madre (Carmen Pichilingue) lo recibía de la misma forma que mi madre me recibía a mí cuando yo era militar”, dice. Se refiere a esa alegría que abruma a quien tiene a un ser querido lejos, a ese dolor confundido con el orgullo por un hijo que ahora no podrá volver a ver.
El capitán Suárez tenía pensado volver a Lima este año para estudiar en la universidad. Quería ser periodista, recuerda su tío. Por eso leía a autores como Basadre y González Prada.
Sobre su muerte existen, de momento, dos versiones. Una refiere que el militar fue capturado y que lo asesinaron porque se negó a pedir clemencia. La otra, todavía más heroica, sostiene que murió protegiendo a sus soldados. Sea como sea, su tío prefiere quedarse con lo que le confesó un “pinchi” (un militar sin experiencia en combate, según el argot militar) anteayer. “El jueves, mi sobrino prefirió salir en vez de él a recorrer la zona donde, finalmente, murió”, revela. “Todavía tienes que aprender, déjame que te enseñe”, fue lo que le dijo.
Hoy, el héroe se ha ido, pero sus palabras demuestran que existen hombres que llevan a este país en el corazón. En la Cripta de los Héroes de Huacho lo espera ahora el cielo que ansiaba.
Es incapaz de esconder el dolor grabado en sus profundas ojeras, en sus pupilas dilatadas por las noches en vela y en esa cabellera que se desordena con el viento bajo el inclemente sol del domingo. Gisela, sin embargo, no duda en recordar a su hermano, el capitán de Infantería EP Fernando Suárez Pichilingue, uno de los 13 militares caídos en Sanabamba, Ayacucho, y quien lideró la patrulla abatida por los terroristas de Sendero Luminoso la tarde del pasado jueves.
Recuerda, por ejemplo, al hombre bondadoso, al patriota apasionado y al correcto militar que “trataba a sus soldados como a hijos”. “Mi hermano puso el pecho por el Perú —dice—. Fue una de las personas que más admiré y admiraré”.
El 4 de marzo ambos hablaron por última vez. En su mirada, no obstante, hay una especie de desazón: sabe que haber estado más de dos años en una zona tan peligrosa fue letal para su hermano, ahora héroe. Él se lo hizo saber en una carta: allí le confesó escuetamente que Sanabamba era un lugar que jamás había imaginado.
Aunque tal vez quien más cerca esté de esta historia de pérdidas irreparables sea el mayor EP (r) Antonio Pichilingue, tío de Fernando, quien llegó a Huanta un día después del atentado para indagar sobre su sobrino.
El militar no puede evitar que su voz se entrecorte. “Su madre (Carmen Pichilingue) lo recibía de la misma forma que mi madre me recibía a mí cuando yo era militar”, dice. Se refiere a esa alegría que abruma a quien tiene a un ser querido lejos, a ese dolor confundido con el orgullo por un hijo que ahora no podrá volver a ver.
El capitán Suárez tenía pensado volver a Lima este año para estudiar en la universidad. Quería ser periodista, recuerda su tío. Por eso leía a autores como Basadre y González Prada.
Sobre su muerte existen, de momento, dos versiones. Una refiere que el militar fue capturado y que lo asesinaron porque se negó a pedir clemencia. La otra, todavía más heroica, sostiene que murió protegiendo a sus soldados. Sea como sea, su tío prefiere quedarse con lo que le confesó un “pinchi” (un militar sin experiencia en combate, según el argot militar) anteayer. “El jueves, mi sobrino prefirió salir en vez de él a recorrer la zona donde, finalmente, murió”, revela. “Todavía tienes que aprender, déjame que te enseñe”, fue lo que le dijo.
Hoy, el héroe se ha ido, pero sus palabras demuestran que existen hombres que llevan a este país en el corazón. En la Cripta de los Héroes de Huacho lo espera ahora el cielo que ansiaba.
Presente en la mansión de los héroes!
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