Ejército del Perú nació con la Patria al grito victorioso de “Paso de vencedores, armas a discreción”
J. GERMÁN PARRA H. General de División EP*
El 09 de diciembre, desde 1824, los peruanos celebramos el aniversario del triunfo del Ejército Unido al mando del mariscal José Sucre contra el Ejército colonialista al mando del virrey José de la Serna, en las pampas de La Quinua, en las faldas del cerro Condorcunca, Ayacucho.
Con la derrota se culminó el proceso de la independencia del Perú del vasallaje español y las amenazas a los países vecinos liberados con anterioridad.
Los clarines del Ejército Unido, que desde la pampa de La Quinua confirmaron al mundo que el Perú es “libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia que Dios defiende”, hoy nos convocan a todos para la reflexión y el homenaje.
El 09 de diciembre, asimismo, es el día del Ejército Peruano por mandato del DS Nº 09-GM de 22 de octubre de 1951, norma legal que se expidió durante el gobierno del Gral. Manuel Odría. Ningún peruano debe eximirse de “reconocer, respetar y defender a su Ejército”.
En el ámbito oficial y en todas las reparticiones y unidades del Ejército se realiza el ceremonial establecido.
El fundamento para incluir en el libro de la Patria un día dedicado al Ejército fue por la necesidad que la Nación peruana concientice la importancia del Ejército como una institución del Estado que garantiza su existencia.
El concepto Ejército aparece en todos los textos de historia de los países y en la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento, de manera que no es un término inventado recientemente, sino una institución histórica que cumple una función esencial de todos los estados.
La razón de por qué se eligió el 09 de diciembre para dedicarlo al Ejército fue porque el triunfo del Ejército Unido en Ayacucho se debió a que en el sector peruano, al mando del general La Mar, el coronel Montoneros, Marcelino Carreño, contraatacó al Gral. Valdez, lo detuvo y lo hizo retroceder. El coronel Carreño murió. Este éxito fue explotado por el general Córdova, que comandaba el ala derecha y con su famosa arenga “paso de vencedores, armas a discreción”, le arrancó a la adversidad el triunfo.
El heroísmo del coronel Carreño fue omitido en el parte de guerra de Sucre a Bolívar, pero, el general Valdez, que fue vencido por el coronel Carreño, lo consignó en su parte de guerra al rey de España. ¡Olvidar a Carreño fue un hecho injusto!
Las Fuerzas Armadas incluyen al Ejército, pero en el principio el Ejército era todo. Fue el origen de las otras fuerzas, incluyendo a la policía. El Ejército nació con la Patria; esto explica la frase: ¡El Ejército nació con ansias de Patria!; se forjó en el yunque de las cruentas luchas defendiendo a la Patria”. En sus inicios aparecía como una muchedumbre armada, poco a poco se fue legitimando como institución.
San Martín le dio su partida de nacimiento legal y Bolívar la profesionalizó sobre la base de una férrea organización y dura disciplina. Se afirma que ordenó el fusilamiento de un soldado por el robo de una cuchara.
Frente al Estado, Bolívar observó que en la administración pública persistían corruptelas de toda índole. Con el fin de poner coto a estos males, dictó un decreto destinado a cortar de raíz esta grave situación endémica: “Teniendo presente que una de las principales causas de los desastres, en los que se ha visto envuelta la República, ha sido la escandalosa dilapidación de sus fondos por algunos funcionarios que han intervenido en ellas, he venido a decretar y decreto: 1ro. Todo funcionario público a quien se le convenciere en juicio sumario, de haber malversado y tomado para sí los fondos públicos de diez pesos para arriba queda sujeto a pena capital. Los jueces que no procedieran conforme a este decreto serán condenados a la misma pena”. ¡La corrupción es un delito histórico y continúa siendo el problema principal del país!
El primero de setiembre de 1823, llegó Bolívar, vino para salvar la independencia declarada. Antes, Sucre le informó de la situación: “El Ejército no tiene jefes, el país está tan dividido en partidos como están las tropas de los diferentes estados que las forman; el Congreso y el Ejecutivo están discordes y esto no puede tener buen resultado, no hay subsistencias para la tropa y las pocas que se adquieren se invierten mal”.
A su llegada, Bolívar expresó a algunos congresistas: “Todo está corrompido, yo voy a arreglar todo” (Basadre). Bolívar se propuso triunfar; impuso “puño de hierro” en la preparación del Ejército, solo así pudo tener un ejército con éxitos en las batallas de Junín y Ayacucho. Se dedicó a equiparlo y elevarle la moral. Estaba convencido que “una fuerza armada desarmada difícilmente puede mantener su moral; un Ejército con la moral baja no emplea bien su material” (La Razón 09-XII-08).
Ayacucho y sus hombres son un ejemplo aleccionador. En esta oportunidad la evolución que experimenta nuestra patria no depende de un solo hecho o de algún predestinado o partido político, es un proceso vivo, ardoroso y perseverante en el cual todos somos necesarios, nadie es indispensable. La más pequeña y el más humilde de los actos puede pesar decisivamente en la balanza de los imponderables y torcer el curso de la historia.
Ayacucho es una lección fecunda y una enseñanza hermosa que nos legó esa jornada gloriosa, más que por sus consecuencias materiales, por sus consecuencias espirituales intangibles e inmensurables porque se refiere a: ¡La libertad!
Para la mejor comprensión de los hechos, conviene describir el escenario en el que se realizó el triunfo del Ejército Unido.
El espacio geográfico de Ayacucho (Rincón de los muertos) fue y es el escenario de muchos hechos trascendentes de nuestra historia, crisol multiétnico y multicultural producto del choque de las culturas Wari e Inca, del enfrentamiento entre los conquistadores y las huestes de Manco Inca refugiadas en Vilcabamba, campo de batalla entre almagristas y pizarristas, cuyos testimonios vivos son los famosos morochucos, teatro de operaciones de la Campaña de la Breña liderada por el ilustre ayacuchano, coronel Andrés Avelino Cáceres, lucha del Ejército contra Sendero Luminoso y contra el terrorismo narcotraficante y hoy lucha en el teatro del VRAE. ¿Qué raro designio, ser el teatro de operaciones de la lucha por el Perú?
Mi homenaje al Ejército Peruano con la esperanza de que no sea demasiado pobre el tratar de expresar lo que quizá es de por sí inexpresable. En previsión a la insignificancia de mi homenaje, recurro a Jorge Basadre: “Pero, a pesar de todas las circunstancias adversas o infaustas en la primera parte del siglo XIX peruano, el Ejército representó a la Nación. Sin Junín y Ayacucho, la Patria no habría emergido. Frente a los peligros de mutilación, desintegración o disolución, hombres de uniforme preservaron a la persona nacional. ¿Qué habría sido del Perú sin el Ejército?”.
Rindamos nuestro homenaje a los hombres de Ayacucho de ayer y de hoy que exponen su vida a pesar de la escasez, la ingratitud y las incomprensiones de los políticos. Aprendamos de ellos el sacrificio supremo de defender la Patria con lo que tenemos, no esperemos más porque no nos lo van a dar. “La tropa hambrienta, pero siempre erguida no implora una limosna de su suerte. Es una avanzada de la vida que presenta sus armas a la muerte” (Chocano). Seamos insaciables en la aspiración sincera de construir un Perú mejor con un Ejército preparado y listo para todo.
(*) Ex presidente de la Comisión Permanente de Historia del Ejército Peruano.
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