domingo, 24 de noviembre de 2013

Infantería, Reyna de las Batallas

La batalla de Tarapacá fue una acción bélica que se desarrolló en la localidad homónima, el 27 de noviembre de 1879, durante la Campaña terrestre de la Guerra del Pacífico. Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, saldándose la batalla con la victoria de estas últimas.
 
 
 
 
Video Clip "Soldado Reguetonero"
 
 
La batalla de Tarapacá fue una acción bélica que se desarrolló en la localidad homónima, el 27 de noviembre de 1879, durante la Campaña terrestre de la Guerra del Pacífico. Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, saldándose la batalla con la victoria de estas últimas.
Tras el desembarco en Pisagua el 2 de noviembre de 1879, el ejército chileno de operaciones inició una serie de penetraciones al interior del departamento peruano de Tarapacá para consolidar sus posiciones y asegurar las vías de comunicación y suministros.
En este contexto, se produjeron dos acciones militares de distinta importancia: un encuentro de caballería muy limitado en Germania, el día 6 de noviembre, y una batalla en forma en Dolores (también llamada San Francisco), el día 19 del mismo mes. Otro evento de importancia fue la retirada de Camarones donde el ejército boliviano al mando del general Hilarión Daza, quien estaba en marcha para encontrarse con las fuerzas de Juan Buendía, retorna a Arica sin enfrentar batalla alguna. Producto de lo anterior, el ejército peruano inició un repliegue hacia Tiliviche para luego marchar hacia el puerto de Arica, con el fin de reunirse con las fuerzas aliadas que se encontraban en esa posición

Fuerzas peruanas en Tarapacá
 
 
Todo el plan de ataque chileno se basaba en la presunción de que en Tarapacá habría en el peor de los casos una fuerza de número similar o ligeramente superior a la chilena. Se contaba con el factor sorpresa como una ventaja decisiva al momento de empeñar el combate. El número de efectivos peruanos, era sin embargo muy superior al que se creía, puesto que desde Dolores se produjo un repliegue peruano más organizado de lo que el mando chileno pensaba. El grueso de la fuerza peruana había arribado el día 22 de noviembre, uniéndosele la división de Ríos el día 26, como ya se ha dicho. El día 25 habían salido de Tarapacá con destino a Arica dos divisiones peruanas, que en ese momento estaban en Pachica, a unos 19 km al norte de Tarapacá. En la noche del 26, el ejército peruano tenía la siguiente constitución:
En Pachica: 1440
  • 1era División, Jefe: coronel Luis Herrera Zaconetta. Batallones: Cazadores del Cuzco N°5 (410 hombres) y Cazadores de la Guardia N°7: (380 hombres)
  • División Vanguardia (4ª), Jefe: coronel Justo Pastor Dávila. Batallones: Puno N°6 (300 hombres) y Lima N°8 (350 hombres).
En Tarapacá: 3046
  • 2da División, Jefe: coronel Cáceres. Batallones: Zepita N°2 al mando del teniente coronel Andres Freyre(450 hombres), 2 de mayo (380 hombres) y la columna de artilleros (100 hombres).
  • 3era División, Jefe: coronel Bolognesi. Batallones: Ayacucho N°3 (300 hombres), Guardias de Arequipa (380 hombres).
  • 5ta División, Jefe: coronel Ríos. Batallón Iquique (300 hombres), columna Tarapacá (150 hombres), columna Navales (140 hombres), columna Gendarmes (80 hombres) y columna Loa (formada por bolivianos residentes en Iquique, 226 hombres).
  • División Exploradora (6ª), Jefe: coronel Bedoya. Batallones: 1° de Ayacucho (300 hombres) y Provisionales de Lima N°3 (240 hombres).
No se contaba con caballería ni artillería. En total eran 4.486 hombres. Los oficiales peruanos eran de reconocida capacidad, entre los que se destacaban Justo Pastor Dávila, Andrés Avelino Cáceres, Miguel Ríos, Belisario Suárez, Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi y Roque Sáenz Peña, todos bajo el mando de Juan Buendía, general en jefe de los ejércitos del Sur. La percepción chilena de la fuerza contraria, era pues, totalmente equivocada.

La batalla

 
Para que el plan de ataque resultara como estaba previsto, era necesario que las tres divisiones chilenas salieran a distintas horas para llegar a las posiciones prefijadas de manera sincronizada. Así, la columna de Santa Cruz salió a las 3.30 del día 27, una hora antes que las otras dos divisiones. Esta división, sin embargo, se encontró con una densa neblina que la hizo extraviar el rumbo totalmente, de modo que cuando comenzó a amanecer esta fuerza se encontraba a muy corta distancia de la división de Ramírez, virtualmente en el punto de partida. Siguiendo las órdenes que tenía, Santa Cruz en ese momento emprendió a paso veloz su marcha hacia Quillaguasa enviando como avanzada el batallón de granaderos al mando del comandante Villagrán, aunque a esa hora ya debería estar situándose en ese punto toda su división. La segunda ventaja del plan chileno, la sorpresa, empezaba también a desvanecerse, puesto que la tropa de Santa Cruz quedó a la vista de los peruanos que notaron su presencia de inmediato. Los oficiales peruanos captaron al momento el peligro que corrían y lograron comprender en pocos minutos el plan de los atacantes. Rápidamente se impartieron las órdenes respectivas para sacar a sus tropas del fondo de la quebrada y llevarlas a lo alto; dándose las siguientes instrucciones:
  • Coronel Cáceres, con la 2ª División debía escalar con prontitud para desalojar a las fuerzas adversas que estaban a la vista, para cortar a Santa Cruz por retaguardia.
  • Coronel Castañón con la 1ª compañía del Arequipa y la Columna de Artillería, en la cuesta Visagra, para cerrar el paso a los que intentaran ingresar a la quebrada por el sur.
  • Coronel Bolognesi con la 3ª División, pendientes del cerro Tarapacá.
  • Coronel Ríos con la 5ª División, pendientes del cerro Redondo.
  • Coronel Bedoya con la División Exploradora, en la población, donde también quedaba el General Buendía, que despachó un propio para llamar a las divisiones que estaban en Pachica.
El combate comenzó a eso de las 10.00, y durante el desarrollo de la acción se pueden distinguir tres fases

Fase 1: reacción inicial peruana

 
Estado del combate a eso de las 10.30, una vez tomada la iniciativa por los peruanos
Como ya se dijo, los peruanos al ver que se les tendía una encerrona, reaccionaron con rapidez evitando la progresión de las columnas chilenas, que no pudieron completar las etapas de despliegue acordadas la noche anterior. Así las cosas, el combate se generaliza con la iniciativa de parte de los peruanos. Los chilenos sólo pueden reaccionar ante el nuevo curso de los acontecimientos. El primer cuerpo peruano en entrar al combate fue el batallón Zepita con Cáceres, seguido del batallón Dos de Mayo bajo las órdenes del coronel Manuel Suárez. Estas tropas rompieron el fuego por la retaguardia de Santa Cruz a menos de 200 m, 548 chilenos con 4 cañones contra 830 peruanos. Santa Cruz dio frente a la retaguardia formando su línea en arco, teniendo a su izquierda a la artillería que quedó al borde del barranco. Establecida de esa forma la defensa de los ahora sorprendidos chilenos, las bajas comenzaron a producirse en gran número en ambos bandos dada la corta distancia en que estaban rotos los fuegos. Las tropas del Zepita lograron tomar los cañones a la izquierda de los chilenos. Santa Cruz reorganiza a su fuerza sobreviviente perpendicularmente a la quebrada habiendo perdido cerca de un tercio de su tropa entre muertos y heridos.
A eso de las 11.00, los peruanos redoblan el ataque y la tropa chilena de la división Santa Cruz empieza a dispersarse. Mientras se desarrollaban estas acciones, la división Arteaga que se encontraba rezagada, al escuchar que se había entablado batalla redobla el paso y llega al lugar del combate en el momento en que se dispersaba la tropa de Santa Cruz, con lo que los chilenos reorganizan sus filas y vuelven a establecer posiciones defensivas. Entonces Cáceres, detenido ante el número, pidió refuerzos, que se le enviaron con prontitud, formados por el batallón Iquique y las columnas Loa y Navales de la 5ta División, que ya habían cooperado en la quebrada a rechazar a las fuerzas de Ramírez, como veremos en seguida. En el momento que este refuerzo llegaba, se presentó el escuadrón de Granaderos, que al oír los tiros había regresado de Quillaguasa.

División de Ramírez y acciones en el fondo de la quebrada






coronel Eleuterio Ramírez Molina.

 
Mientras todo lo anterior acontecía en lo alto de la quebrada, la división chilena del coronel Ramírez avanzaba por el fondo de la quebrada según el plan. Al igual que Santa Cruz, no se salió de las órdenes que tenía y siguó avanzando por donde tenía previsto, pese a que la estrategia planeada ya no tenía sentido. Destacó dos compañías para cubrir el flanco derecho de su ataque de las tropas de Castañón, que ocupaban las pendientes este de la cuesta Visagra, y luego, continuando su progresión en la quebrada, tuvo que empeñar otras dos frente al cerro Tarapacá para realizar la misma operación contra parte de la 5ta División y el batallón Ayacucho, de Bolognesi, que hacían vivo fuego contra él. Las restantes 4 compañías llegaron al caserío y recibieron un fuego nutrido de un enemigo bien posicionado y que fue muy efectivo ya que comenzó a causar enormes bajas en la tropa chilena. Los atacantes eran el batallón Arequipa y la División Exploradora apoyados por parte de la población tarapaqueña. De acuerdo a las versiones que se conservan de esta parte del combate, los primeros soldados chilenos en entrar en el pueblo fueron los portaestandartes, cuya insignia se convirtió en un objetivo de guerra para ambos bandos. Debido a la posibilidad de perder el pabellón, la tropa chilena cargó contra el pueblo en lugar de buscar posiciones más ventajosas, cuestión que causó una cantidad de bajas catastrófica para el regimiento 2º de Línea, cuerpo al que pertenecía el disputado estandarte. Simultáneamente, las compañías enviadas a contener a Bolognesi eran rechazadas con enormes pérdidas. Así las cosas, y perdido definitivamente el estandarte en una lucha en que ni peruanos ni chilenos dieron cuartel, los restos de la división Ramírez se retiran hacia el sur, buscando el poblado de Huarasiña asediados en todo momento por los peruanos. El estandarte del 2º de línea fue tomado por el Guardia Civil Mariano Santos Mateos del batallón "Guardias de Arequipa".
Al comenzar el retroceso de Ramírez, quedó libre el resto de la 5ª División peruana, que fue despachada en refuerzo de Cáceres como hemos visto. Ramírez sólo había empleado su regimiento, dejando en la entrada de la quebrada sus 2 cañones Krupp y el escuadrón Cazadores, sin darles misión de combate.
La destrucción de esa columna chilena era inminente, cuando los acontecimientos en lo alto dieron un giro inesperado.

Nuevos acontecimientos en lo alto

Estado del combate tras la carga de los granaderos chilenos. Se produce una confusión posterior en ambos bandos

Tal como se ha reseñado, en lo alto la situación era crítica para los chilenos tras la llegada de la División de Ríos, cuando el arribo de los granaderos chilenos que regresaron al galope desde Quillaguasa cambió la faz del combate. Dando un rodeo, los granaderos de Villagrán llegaron al sitio del combate. Se formaron en posición de ataque y cargaron contra los peruanos de Cáceres que en ese momento empezaban a quedarse sin municiones. Ante la carga de la caballería y con pocos medios para contrarrestarla, la fuerza peruana retrocede, lo que da un nuevo ímpetu a los chilenos que contraatacan. Lo difícil y estrecho del terreno no hizo posible que los granaderos atacaran la retirada peruana, y la misma presencia de ese cuerpo impedía también una carga de la infantería. La figura adjunta ilustra el estado de cosas tras la carga de Villagrán, que haciendo un gran rodeo, cargó sobre la derecha peruana, formada por el Loa y el Navales, que acababan de ingresar a la lucha. Pero el batallón Iquique, que seguía de cerca a los anteriores, a órdenes de Alfonso Ugarte, contuvo la carga con su fuego en escalón retrasado. El Regimiento "2 de Mayo" avanzó y tomó otros dos cañones más, los cuales fueron utilizados contra sus antiguos propietarios.

Toda esta situación causó una enorme confusión en ambos bandos, que fatigados suspendieron la lucha, retirándose los peruanos para reorganizarse y aprovisionarse de munición, en tanto los chilenos se abalanzaban al fondo del valle, ya sin presencia peruana, para beber y descansar. En este momento, la batalla entraba en una segunda fase. Eran las 13.00 del 27 de noviembre de 1879.

Fase 2: la tregua del agua

Producto del cansancio y tensión de la jornada, sin proponérselo ninguno de los dos bandos, se produjo una tregua. Las ambulancias de ambos bandos recogían a los heridos y se contabilizaban las bajas. En el lado peruano, sin embargo, las cosas eran distintas. Ninguno de los oficiales había pensado en dejar escapar una victoria que ya tenían por cierta, y su retirada había sido un repliegue estratégico necesario para rearmarse, ya que la intensidad del combate había vaciado las cartucheras de los soldados. En todo este trajín transcurrieron unas 4 horas. Fue imposible hacer la reorganización de las tropas peruanas en menor tiempo, debido a que las pérdidas de oficiales en la batalla de la mañana había sido considerable y se necesitaba reorganizar el mando casi completamente. Para fortuna de los peruanos, los chilenos estaban totalmente desorientados respecto a lo que estaba sucediendo en realidad y no tomaron medidas especiales de defensa ni de repliegue, lo que significó que la demora en la reorganización peruana no impidiera la reanudación del combate en una postura ampliamente favorable para ellos. La División de Bolognesi (batallones Ayacucho y Arequipa, menos una compañía con Castañón) y la columna de Gendarmes de la 5ta División se detuvo por falta de fuerzas. La División Exploradora, que rechazara a Ramírez en la población, ascendía a las pendientes oeste para reforzar a las unidades que combatían en el llano superior bajo el mando del coronel Suárez, quien se había encaminado al punto más peligroso e importante para dirigir el combate. Los chilenos pensando que se se habían adjudicado la victoria, descuidaron las guardias y dejaron pastar a los caballos libremente.
Tanto las fuerzas peruanas como las chilenas habían realizados ataques inconexos y cada agrupación estaba separada por una gran distancia.
Las fuerzas chilenas estaban en:
  • Al sur de Huarasiña: 2 compañías del 2º de línea, que atacaron la cuesta de Visagra y fueron fácilmente rechazadas, adelantándose al grueso de su regimiento en el repliegue general.
  • Entre San Lorenzo y Huarasiña: las demás 6 compañías del 2do de línea.
  • Al sudoeste de Huarasiña: las fuerzas de Arteaga y Santa Cruz, en desorden y mezcladas.
  • Las fuerzas peruanas estaban en:
  • En la pampa oeste, frente al grueso chileno: Divisiones de Cáceres, Ríos, Bedoya; más una compañía del Arequipa y la columna de artilleros confiadas al Coronel Castañón.
  • Entre Visagra y San Lorenzo, frente a Ramírez: Batallón Arequipa (menos una compañía) y columna Gendarmes de Iquique.
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    Fase 3: Conclusión

    Retirada chilena tras el último combate luego de la tregua. Con la llegada de las divisiones peruanas de Pachica, que caminó unos 20 km en un lapso de 5 h se selló el resultado de la batalla
    Las tropas peruanas que en la mañana del 27 se encontraban en Pachica, llegaron durante la tregua recién referida. Eran unos 1.400 hombres en 4 batallones uno de los cuales, el Nº 8 estaba al mando del coronel Remigio Morales Bermúdez, futuro Presidente del Perú. Con este refuerzo, la intención peruana fue intentar rodear y tomar prisionera a la fuerza chilena sobreviviente, utilizando una estrategia similar a la que los chilenos quisieron emplear contra ellos, pero curiosamente, el resultado fue el mismo. Los chilenos alcanzan a advertir la situación y comienzan a ascender por las laderas de la quebrada para no quedar atrapados en el fondo. La División Vanguardia reforzó las tropas de la pampa oeste y la 1era División hizo lo mismo con las del valle, para lo que se dispuso que enviara uno de sus batallones a las alturas del sudoeste en refuerzo del Ayacucho y el otro al fondo de la quebrada, para secundar al Arequipa y al Gendarmes.

Secuencia de la Batalla de Tarapacá (1879) donde es capturada la artillería chilena. Oleo de Aguirre Jaramillo.

 
La muerte del coronel Eleuterio Ramirez.
Al llegar a lo alto, se entabla un nuevo combate con las mismas características e intensidad que el de la mañana. Las dos piezas de artillería que quedaban disponibles a las tropas chilenas de Arteaga son capturadas por los peruanos, que las emplean contra sus antiguos dueños, en tanto la infantería atacaba incesantemente con el fin de evitar la retirada chilena hacia el desierto. En el fondo del valle, perdía la vida el comandante del 2º de Línea y jefe de la segunda división, coronel Eleuterio Ramírez, transformándose en el oficial chileno de mayor graduación muerto hasta el momento en la campaña. Sin dejar de combatir, los chilenos dan definitivamente por perdido el campo y se retiran hostigados en todo momento por los peruanos. En el repliegue chileno, se comisionó al regimiento Artillería de Marina el cuidado de la retaguardia, por lo que este cuerpo sufrió las mayores bajas en la última etapa de la batalla. La figura ilustra esta última fase, con una fuerza chilena muy reducida producto del combate y una fuerza peruana tenaz en la persecución. Por fortuna para los chilenos y desgracia para los peruanos, éstos últimos no contaban con caballería, por lo que la persecución no se pudo mantener. El ataque peruano hubiera sido más efectivo si las tropas frescas hubieran atacado la planicie oeste, para envolver la izquierda de los chilenos y cortarles su dirección general de retirada. El triunfo de los peruanos en este combate era, sin embargo, definitivoudoeste de San Lorenzo (en las alturas): Batallón Ayacucho.

Consecuencias
Las bajas en ambos lados fueron enormes. Los chilenos contabilizaron 516 muertos y 179 heridos, más que en las batallas de Pisagua, Germania y Dolores juntas. Los peruanos dieron en sus partes un total de 236 muertos y 261 heridos. Las pérdidas de oficiales en ambos bandos fue enorme. Distinguidos oficiales dejaron la vida en esta acción. Por los chilenos puede mencionarse al Coronel Eleuterio Ramírez, comandante del 2º de Línea y a su segundo comandante, Bartolomé Vivar, que no sobrevive a sus heridas. Del mismo cuerpo, perdieron la vida los capitanes Diego Garfias, Ignacio Silva y José Antonio Garretón Silva, además de un teniente y siete subtenientes. El Zapadores perdió cinco subtenientes, el Chacabuco a su segundo comandante, mayor Valdivieso y su ayudante Ríos y dos tenientes. Los peruanos, por su parte, lamentaron la pérdida del comandante del 2 de mayo, coronel Manuel Suárez y de los tenientes del mismo cuerpo Torrico y Osorio. El Zepita perdió a su segundo jefe, el teniente coronel Zubiaga, el capitán Figueroa y los subtenientes Cáceres (hermano del coronel Andrés Cáceres) y Meneses. La 2º División a los capitanes Odiaga, Chávez, Vargas y Rivera y tres subtenientes. El 2º Ayacucho un teniente y dos subtenientes; la columna Tarapacá al mayor Perla; el 3º Ayacucho el mayor Escobar, un teniente y dos subtenientes; los Cazadores del Cuzco y el batallón Iquique un subteniente cada uno; la columna Naval al capitán Meléndez, y la 5º División al coronel Miguel Ríos, que al igual que Vivar no sobrevivió a sus heridas.
Las tropas de Arteaga se replegaron a Negreiros al día siguiente. Ese mismo día las tropas peruanas marchaban a Arica.
Días después de la batalla, el Ministro de Guerra chileno, Rafael Sotomayor, ordenó el envío de tropas ligeras a cortar la retirada de los peruanos hacia Arica y hostigarlos durante la marcha. El General Baquedano dispuso que unos 300 jinetes de Cazadores y Granaderos, que se hallaban en Tiviliche, marcharon al este a cumplir esta orden, pero el Teniente Coronel Yábar que los mandaba fue informado en Suca de que los peruanos habían ya pasado al norte, cuando en realidad se hallaban todavía en Camiña (6 de diciembre de 1879), a 204 km de Arica. Yábar regresó a Tana engañado por este falso dato.
La derrota chilena de Tarapacá no cambió sus planes de campaña, y sólo ocasionó la renuncia de Vergara a su comisión al ser culpado del desastre, siendo de todos, el que menos responsabilidad tenía. Para el coronel Arteaga fue el fin de su carrera militar.
Para los peruanos, en tanto, la victoria de Tarapacá no cambió su situación, ya que luego de la batalla el ejército abandonó el lugar con destino a Arica, junto con toda la población que temiendo represalias dejó sus hogares. Al llegar a Arica el general Buendía y el Coronel Suárez fueron puestos bajo arresto por el Contraalmirante Montero culpándolos de las derrotas y por haber dejado Tarapacá en manos chilenas. La historiografía tradicional peruana, a pesar de reinvindicar el desempeño del coronel Suarez,[6] negará sistemáticamente cualquier mérito del general Juan Buendía en la acción de Tarapacá y se lo asignará a Cáceres, Bolognesi, Ugarte y demás oficiales subalternos. Las derrotas sin embargo, en especial la de San Francisco, serán atribuidas por completo al general en jefe.
Tanto en Chile como en Perú se conmemora esta batalla en virtud de las acciones de valor y heroísmo que cada país destaca entre los suyos
 

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