miércoles, 5 de octubre de 2011

Comandos del Perú, la Nación les agradece


Revista ; CARETAS
Seguridad :::: El Ejército “siembra” la selva de comandos en busca de subversivos senderistas que asesinaron al comandante EP Esneider Vásquez en ataque a helicóptero en San Martín de Pangoa, Junín, hace quince días.

VRAE: A Por Ellos


Imagen reciente de una de las 20 patrullas del Ejército “sembradas” en la inexpugnable selva.

El Ejército “siembra” la selva de comandos en busca de subversivos senderistas que asesinaron al comandante EP Esneider Vásquez en ataque a helicóptero en San Martín de Pangoa, Junín, hace quince días.


“Si no somos capaces de soportar un sacrificio, tampoco seremos capaces de obtener una victoria”.
Lema del Batallón de Comandos No 61.


El capitán EP Juan Vargas, 30 años, 2 hijos, ha ido y venido del infierno tantas veces que ya perdió la cuenta. Vargas pertenece al Batallón de Comandos No 61 de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército e integra una de las 20 patrullas que operan en el inexpugnable Valle de los Ríos Apurímac Ene (VRAE).

Solo en este año ha participado en 4 misiones contraterroristas de un mes cada una. La semana pasada volvió a Lima, pasó unos días con su familia y ahora se alista nuevamente para retornar a la base de Pichari, en La Convención, Cusco, desde donde se planifica y dirige la batalla contra Sendero Luminoso.

En los próximos días, la patrulla de Vargas partirá de Pichari rumbo a Satipo, donde se unirá a otros equipos de comandos que han tendido un cerco en San Martín de Pangoa para cazar a los senderistas que atacaron al helicóptero MI-17, serie EP 617, y asesinaron al comandante EP Esneider Vásquez y al capitán EP Jenner Vidarte, el pasado miércoles 14 (CARETAS 2199).

Vargas recuerda muy bien a Vidarte. “Fue el último en morir”, dice. Su patrulla fue ‘sembrada’ en una zona conocida como Flora, en San Martín de Pangoa. Inteligencia alertó que allí se encontraba una ‘base’ senderista, pero el dato no pudo ser corroborado. Vidarte y sus hombres solicitaron ser ‘extraídos’ del terreno 5 días después de haberlo recorrido sin éxito. Cuando el helicóptero MI-17 llegó, Vidarte hizo subir a toda la patrulla primero y cuando él se disponía a abordar la nave, los subversivos abrieron fuego, matándolo.

En los 2 años que lleva en el VRAE, Vargas ha visto morir a varios de sus compañeros de armas. Informes del Comando Conjunto de las FFAA indican que, desde el 2008, han muerto 60 soldados en unas 25 emboscadas terroristas. Los heridos llegan a la centena. Muchos de ellos han quedado lisiados de por vida: ciegos o mutilados. Es el costo de una guerra que se desarrolla casi en penumbra. En un terreno hostil que los terroristas conocen a la perfección y donde la única certeza es que la muerte acecha a cada paso.


OPERACIÓN ‘CERROJO’

Las 20 patrullas están compuestas por entre 10 y 20 comandos cada una y realizan unas 10 “misiones” por año. La temporalidad de cada operación se determina de acuerdo a su importancia: puede durar 5 días o 1 mes.
Los operativos van desde la ubicación y captura de una ‘columna’ senderista hasta el rescate de soldados heridos o muertos. Inteligencia de las FF.AA. establece el “objetivo” y las patrullas son “sembradas” por los helicópteros en un punto determinado a lo largo de los 7,900 km2 del VRAE.

“Todos sabemos a lo que vamos, es parte del trabajo. El que menos lleva su rosario o una cruz”, indica el capitán Vargas. “Yo me mentalizo cuando estoy adentro. No te olvidas de la muerte, claro. Pero combatir es la prioridad”.



Las cuencas de los ríos Apurímac, Tambo, Ene y Pachitea son “peinadas” por las patrullas EP. La localidad de Pichari es la base matriz.

El escenario de guerra juega en contra de los comandos. El VRAE comprende tres departamentos, Ayacucho, Cusco y Junín, y cada zona reúne su propia complejidad. En el monte, las lluvias son bíblicas y el terreno es fangoso. Los árboles alcanzan los 30 metros de altura e impiden pasar la luz del sol. Hay niebla y abundan los insectos, las serpientes y los murciélagos. Este año, al menos 7 comandos del Ejército contrajeron la uta en el VRAE.

En la sierra, hay parajes que alcanzan los 3,000 msnm. Allí el frío cala hasta los huesos e impide la respiración. Avanzar en lugares como estos no es nada fácil. Lo que en la costa toma horas, en el VRAE puede tomar días, semanas.

Los comandos caminan de noche, llevando cada uno 30 kilos en la espalda, entre víveres, ropaje y armamento. Se desplazan por los parajes más inaccesibles para evitar al enemigo y se turnan al dormir. Llevan radios y localizadores GPS. Aún así nada garantiza el éxito de las misiones.

Los senderistas dominan el monte y están bien armados: poseen fusiles AKM, FAL, Galil y PKM, calibre 7.62. Su estrategia ha cambiado. Evitan los enfrentamientos cuerpo a cuerpo con las patrullas y se dedican, más bien, a hostigar a los comandos con minas y francotiradores apostados en los árboles.
Pocas veces los comandos logran ver a sus atacantes. Vargas recuerda que, en junio del 2009, vio a 2 senderistas jóvenes disparando contra su patrulla en momentos en que un helicóptero se disponía a recogerlos en Sanabamba, Ayacucho. “De pronto oí como cuando haces Popcorn. Así suenan las balas de AKM. Le dieron al helicóptero y mataron a uno de mis compañeros de 2 tiros en la cabeza. Lo vi caer. Me tendí de bruces porque las balas rebotan en el suelo y te pueden dar. A un soldado le cayó una de esas balas en la nalga. Yo me arrastré hacia donde un compañero que tenía un lanzagranadas y disparamos. Ellos continuaron. Nos rescatamos tras 2 horas de tiroteo”, contó.

En algunos casos, como en la emboscada de Choquetira, en Cusco, el pasado 4 de junio, el enfrentamiento entre senderistas y comandos duró 14 horas.
Los comandos alegan que los senderistas recogen a sus muertos y por eso no hay cifras de sus bajas. “De lo contrario, el jefe de patrulla tendría que comunicarse con la base de Pichari para que un fiscal se apersone al lugar y levante un acta. Y los fiscales se resisten a ir al VRAE”, dicen los comandos.
El ex jefe del Ejército, general Otto Guibovich, asegura que el soldado peruano es reconocido por ser “austero, estoico y efectivo”. Es cierto, los soldados que combaten en el VRAE se dirigen rumbo a la muerte –sin la logística adecuada y en pesados helicópteros que son blancos fáciles para los senderistas–, con la única convicción de derrotar al enemigo y volver a casa.

El presidente Ollanta Humala declaró en su mensaje del 28 de julio que la guerra del VRAE es una “prioridad” y una de sus primeras medidas ha sido unificar la inteligencia de las FF.AA. y la Policía para obtener mejores resultados. Prometió también incrementar el presupuesto del Comando VRAE y esto es fundamental para evitar más muertes, según Guibovich. “Las tropas que combaten en el VRAE desarrollan una tarea titánica”, recordó. “Hay peruanos notables que retan la muerte por la sociedad. Nunca los olvidemos”. (Américo Zambrano)
Cortesía Revista Caretas

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